VARIEDAD DE FORMAS DEL MONACATO
- lu bre
- 13 nov 2015
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Seria imposible representar la vida monástica en Egipto como un todo homogéneo. Surge sin duda alguna como una manera de seguir a Cristo, pero esa manera no es uniforme.
El monacato cristiano en Oriente se dará de diversas formas:


Es importante tener en cuenta que la espiritualidad de este grupo esta enmarcada en el valor que ocupa la persona de Cristo. Jesús no es para estos hombres un ideal abstracto, ya que la estrecha unión con El y su presencia entre ellos las permitirá perseverar en la humildad, en la perfecta pureza; con la ayuda de Jesús rechazarán todo el mal que se encuentre en este mundo.
Los ascetas practicaron austeridades que conducían a la más alta mortificación, el ayuno estaba establecido para los días miércoles y viernes, pero muchos ascetas aumentaron dichos ayunos y agregaron otros tipos de abstinencias. La oración tenia una especial preponderancia en las Vigilias; estas tenían lugar cada semana en la noche del sábado al domingo. Estas vigilias estaban compuestas de lecturas bíblicas, homilías, salmos y oraciones. Ascetas y vírgenes, siguiendo la costumbre Judía se hacían el deber de orar en la mañana, al mediodía y por la tarde. Habitualmente oraban de rodillas, salvo en Pascua que lo hacían de pie como signo de gozo por la resurrección del Señor.
Hay que recordar que durante los tres primeros siglos las persecuciones fueron casi permanentes y esto hacia que la vida cristiana fuera dura y penosa, por lo cual debían fortalecer la "paciencia". Paciencia en el sentido etimológico de la palabra es la capacidad de padecer, patior, los males y sufrimientos de esta vida, con constancia y resignación, ya que la recompensa será una gloria incomparable. Mediante la paciencia se prueba la fe, el hombre se desprende de los bienes del mundo y se es capaz de soportar las injurias; la paciencia mitiga el dolor de las penas y apaga el deseo de venganza, a la vez que da fuerza y coraje.

Contrario a lo que podría creerse, lo normal era que los solitarios vivieran cerca unos de otros ya que la vida en el desierto era penosa y difícil, algo tan elemental como los alimentos no es fácil procurárselos, por lo cual permanecían estos hombres relativamente cerca para así poderse ayudar.
Lo habitual entre este grupo de hombres era reunirse en torno a un hombre que estuviese mas preparado en lo espiritual y así era como se convertían en una hermandad de solitarios, en la que celebraban juntos la Eucaristía. Tal es el origen de las colonias de ermitaños, de las que hubo muchas en Egipto.
«Las mas celebres se encontraban en el norte, no muy lejos de Alejandría. Eran las de Nitria, Escete y las Celdas. En buena parte, eran famosas por ser las más fáciles de visitar y, de hecho, las mas visitadas. Es muy posible e incluso probable que en otras partes del inmenso país hubiera otras colonias eremíticas tan virtuosas y edificantes, de las que nada o casi nada sabemos. Pero es muy cierto también que en las tres colonias mencionadas vivieron anacoretas dignos de todos los elogios, como Ammón, los dos Macarios, Pambo, Pablo el simple, Poimén, Sisoes, Arsenio, Evagrio.»
Es interesante ver como la vida de Macario, conocido también como San Macario de Egipto o Macario el viejo fue ejemplo para muchos otros solitarios.
Al poco tiempo de retirarse e iniciar su vida de solitario, sus virtudes le atrajeron imitadores y fue así como se formo la primera agrupación monástica de Escete, bajo la dirección de Macario. Macario se distinguía por su discreción, sus sermones e instrucciones. El era sacerdote, lo cual no era imprescindible para llevar una vida de solitario, pero esto le valió para tener gran llegada con sus seguidores. Macario organizo la primera colonia de Escete y luego se marcho a unos veinte kilómetros de distancia, en donde murió al poco tiempo. Lo que no impidió que en ese lugar se juntaran muchos solitarios y formaran otra colonia.
Esta forma de monacato estaba basada en la concepción anacorética y constituía una comunidad cooperativa de solitarios.
En el centro de las colonias generalmente se levantaba una iglesia, cuyo sacerdote, anacoreta como los demás, gozaba de cierta autoridad.
Lo más conveniente para los solitarios era agregarse a una de tantas colonias anacoréticas que existían en Egipto, ya que les solucionaba muchos problemas tanto de orden material como espiritual.

Las mujeres no estuvieron ajenas a este tipo de vida. Ellas dejaban la ciudad y su familia para encerrarse en algún sepulcro, recibiendo por una ranura los alimentos necesarios para su subsistencia.
Otras mujeres, asustadas por los peligros del desierto permanecían encerradas en sus casas. De mas esta decir que su ideal era la virginidad, mediante esta y la oración permanente pretendían seguir a Jesús.

La forma temprana y más concreta del monacato cristiano en Oriente fue realizada por los anacoretas, aquellos cristianos que a partir de la segunda mitad del siglo III, en numero rápidamente creciente, añadieron al ascetismo practicado hasta entonces dentro de la comunidad cristiana la separación permanente de la familia y la comunidad.
También se debe mencionar la existencia de un grado intermedio entren ascetismo y anacoretismo, es decir, el caso de ascetas que se retiran pasajeramente a la soledad, es así como el ascetismo cristiano primitivo condujo a la anacoresis en las cercanías del pueblo natal, pero en el fondo se luchaba por una forma todavía más rigurosa de eremitismo en el desierto egipcio.
Una vez que en algunas zonas se fueron acumulando residencias de ermitaños, fueron surgiendo agrupaciones de anacoretas, uniones algo débiles en la que los solitarios se reunían en torno aun monje de prestigio que fuera su consejero y padre espiritual, aunque sin que le correspondiera tal cargo, este monje asumía el papel de superior o Abad. Estas agrupaciones de anacoretas, que generalmente eran un numero considerable, vivían cada uno en su propia casa o habitación.
— No se puede hablar del anacoretismo sin hablar de Antonio:
Antonio nace al sur de Menfis el año 251 aproximadamente. Perteneciente a una familia cristiana, a los 20 años siente el llamado de Dios: vende todo y su fortuna la reparte entre los pobres. Se pone bajo la dirección de un anciano asceta quien le entrega las "armas" necesarias para llevar una vida según el ejemplo de Jesús.
Antonio en la primera fase de su existencia anacorética, en la que moraba todavía en las cámaras sepulcrales del cementerio próximo a su pueblo natal podemos encontrar rasgos esenciales del monaquismo egipcio: oración, trabajo manual y lectura de las Sagradas Escrituras.
Esto era como lo básico, pero a los monjes de mayor experiencia se les planteaba una cuestión difícil de eludir: la lucha con el demonio. Que era en definitiva una lucha contra los poderes hostiles a Dios, que debe superarse mediante la fe.
Ya que en la terrible soledad del desierto esta el hombre expuesto con mayor rigor al asecho del diablo y es ahí donde se enfrenta a él y da la mejor prueba de su monaquismo.
Luego Antonio se interno en el desierto y vivió durante veinte años en un fuerte abandonado.
(5) «Cuando se decide a salir del largo retiro, la vida eremítica se desarrolla en torno a él. Un gran numero de "monasterios" ( o sea, de celdas, habitada cada una por un solitario) se fundan y él es como su "padre". Realiza curaciones físicas y morales. Y da a sus monjes una enseñanza que consiste sobre todo en saberse guardar del demonio, su táctica y engaños.»
Como vemos la lucha contra el demonio es algo permanente en el desierto y pone a prueba la preparación y fe del monje, ya que es un asunto de fe combatir las tentaciones demoníacas.
Antonio murió a los ciento cinco años, el 17 de Enero del 356. Antonio es el padre y modelo de los anacoretas del desierto.

No es una vida de completo reposo, es una lucha, una vigilancia continua contra las agresiones del demonio. Los espíritus del mal están esparcidos por todas partes y son como los seres humanos en el sentido que cada uno tiene su propio carácter y sus intenciones. Además como todo hombre tiene su ángel bueno, debe cuidarse de su ángel malo, el cual está esperando el momento propicio para hacerlo caer.
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